5 de abril de 2013

Obedeciendo a nuestros principios



Hablar de Desobediencia Civil está de moda. Este término últimamente no deja de aparecer en los medios de comunicación, como un concepto abstracto y aglutinador bajo el cuál se están resguardando diferentes colectivos y luchas. Pero, ¿qué es la Desobediencia Civil? Más que responder a esta pregunta, mejor pensemos en por qué o para qué hacer Desobediencia Civil, pues de otro modo parecería que estamos hablando de un fin en sí mismo, y no lo es. 

La Desobediencia Civil no puede ni debe ser un fin, sino una herramienta política para conseguir unos fines concretos. Este medio tiene unas características básicas que son la ejecución de forma consciente, colectiva, pública, organizada y noviolenta, y es por esto que muchas veces cuando hablamos de noviolencia acabamos hablando de Desobediencia Civil y viceversa, y es por esto también por lo que la Desobediencia Civil no puede ser una estrategia desvinculada de nuestros fines o a la que recurrir en caso de que otras nos fallen. La Desobediencia Civil es una manifestación del pensamiento noviolento y por tanto va irremediablemente unida a éste. 

Un poco de Historia 
 A pesar de que es ahora cuando parece que sale a la palestra la Desobediencia Civil como método de lucha y de transformación social, la necesidad del ser humano de cuestionarse las leyes, normas o imposiciones injustas y adoptar una actitud de oposición activa frente a ellas, es tan antigua como la propia historia de la humanidad.   

En un interesante libro de Bidea Helburu: “500 ejemplos de noviolencia. Otra forma de contar la historia” encontramos de modo muy ilustrativo una serie de actos llevados a cabo por distintas personas que ponen en evidencia el modo en el que se narra la Historia, y como actos humildes, colectivos y valientes que ayudaron a la concienciación social y a la transformación, son sistemáticamente acallados, convirtiendo los libros de Historia en meras listas de la compra de conflictos bélicos; pero, como escribía Josemi Lorenzo Arribas en “En legítima desobediencia”: “Además (o por debajo) de la Historia está la memoria, y la memoria es también patrimonio irrenunciable de los pueblos. Memoria es resistencia”.

Mucho antes de Martin Luther King, Rosa Parks, Gandhi e incluso de Thoreau, al que podemos considerar el padre del término Desobediencia Civil con su ensayo publicado en 1848, encontramos ejemplos de desobediencia incluso en la época clásica. Hortensia, en el siglo I a.C., ante la petición de más recursos económicos para sostener la guerra, se dirigió en representación de las mujeres de su clase al foro (espacio masculino y de decisión política por excelencia) para exponer su negativa a pagar impuestos para la guerra.  

Desde este antiguo ejemplo hasta los actuales de, por citar algunos, Stop Desahucios o las Corralas de Sevilla, nos encontramos un dilatado camino recorrido por infinidad de personas que han desafiado la obediencia a la autoridad y en definitiva, el orden establecido. Pero no nos equivoquemos, el que en muchas épocas antes que la nuestra se hayan dado ejemplos de Desobediencia Civil, no quita valor ni esfuerzo, a la decisión de adoptar esta potente arma.


 
“Todo hombre que tenga más razón que sus vecinos ya constituye una mayoría de uno” 
Thoreau







Desobedecer no es fácil. Implica en primer lugar un cambio personal e interno importante que va en contra de todo o casi todo lo que nos han enseñado. Desde nuestra infancia nos inducen a la obediencia ciega y castigan cualquier intención de disenso. Podemos encontrar diferentes artículos de Psicología que debaten extensamente por qué las personas obedecen incluso en contra de sus principio o intereses, concluyendo que la causa principal de la obediencia es el miedo. Básicamente el miedo a ejercer la libertad, y con ello tener que asumir las consecuencias finales de nuestros actos, y el miedo a la soledad, a que nuestra decisión de salir de las normas establecidas nos pueda causar no sólo aislamiento sino también el juicio de nuestros círculos sociales.

Pero habíamos dicho que una de las características de la Desobediencia Civil era la ejecución pública y colectiva, con lo que una vez asimilado el primer paso de duda interna y por así llamarlo, revolución interior, tenemos que externalizarla para, implicando a más personas, encender la mecha de la transformación social. Pasar del: una persona no puede cambiar el mundo, a por alguien se empieza. 

Probablemente Pepe Beunza (el primer objetor de conciencia por motivos políticos en 1971 en el estado español) nunca se hubiera imaginado las consecuencias de hacer público su descontento frente a la obligación de realizar el servicio militar y obedecer en cambio a sus propios valores y principios; pero ese sentimiento de rechazo estaba latente en la población, y sólo hacía falta que una persona se decidiera a abrir la puerta, para que todo el resto le siguiéramos. Con esta misma premisa, un montón de colectivos y asociaciones están llevando a cabo campañas de Desobediencia Civil. Desde Objeción Fiscal (el grupo antimilitarista KEM-MOC de Bilbao vamos a poner este año en marcha una oficina de Objeción Fiscal) hasta okupaciones por parte de personas desahuciadas; desde negarse a la identificación hasta la lucha Anti-TAV, y un largo etcétera de alternativas a la obediencia ciega y a la resignación a las injusticias. Frente a una situación injusta, lo justo es desobedecer.  

(...) No sólo la capacidad de desobediencia es la condición de la libertad; la libetad es también la condición de la desobediencia. Si temo a la libertad no puedo atreverme a decir NO, no puedo tener el coraje de ser desobediente. En verdad, la libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables, de ahí que cualquier sistema social, político y religioso que proclame la libertad pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero” 


Otros links interesantes:
Blog de las Jornadas de Noviolencia 2013: Iraultzagintza
Web de AA-MOC Insumissia

Texto: KEM-MOC Bilboko Talde Antimilitarista
para Goitibera


 

 


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